domingo, 13 de noviembre de 2011

El yo moderno en su relación con la modernidad.



En el siglo XIX, con la revolución, surgen nuevos pensamientos y nuevas formas que provocan que se le comience a dar más valor a la introspección, el individualismo, la soledad…
Esto se comienza a dar en la cultura y en el arte, por ejemplo, la lectura cada vez es menos general y más individual lo que da lugar a que se originen numerosas novelas que permiten al lector tener un tiempo para si mismo en el que pensar y estar en un estado introspectivo. También se ve menos la costumbre de dormir varias personas en la misma habitación lo que da lugar a que la persona tenga su espacio propio.
A finales del siglo XIX se entra en una nueva era de comodidades para el hombre, lo que le permite no depender tanto de la sociedad.
Todo ello origina los nuevos pensamientos artísticos que se pueden llevar a cabo a través del invento de la fotografíala ya que el fotógrafo al hacer uso de un medio que capta la realidad tiene la posibilidad de escoger qué punto de vista le interesa más para dirigir la mirada al espectador y contar su historia. Así ve su realidad y así la presenta al mundo.

En la pintura aparecen obras que ya antes de que existiera la fotografía, pedían a gritos que esta se inventase, como es Caballos de carrera frente a la tribuna, de Edgar Degas, que en contraposición con el resto de impresionistas, juega en varias obras con el punto de vista, siendo catalogado como el menos impresionista de todos. O sus numerosas pinturas de jóvenes bailarinas de ballet vistas desde una perspectiva muy diferente a como las retrataban otros artistas contemporáneos a el.
Otro ejemplo de este nuevo pensamiento dado a finales de siglo en la pintura, es la obra de Friedrich, que a partir de 1807 comienza a introducir en sus paisajes a personajes que se colocan en el punto de fuga y dan la espalda al espectador contemplando la naturaleza que se les presenta ante ellos. Con esta estrategia pictórica, el pintor conseguía que el espectador no se distrajera observando la fisonomía de la persona y se sintiese un espectador más del paisaje al posicionarse en el mismo lugar que el personaje.

Tenemos por tanto unos nuevos pensamientos surgidos en el siglo XIX cuya base es la introspección, el individualismo, que ya auguraba Kant a finales del siglo XVIII cuando hacia una distinción entre la cosa en sí y “la cosa para mí”. “El mundo es lo que es para mí”. Es decir, yo no puedo acceder a la cosa en sí porque en el momento que acceda, ya es para mí.
Esto al fin y al cabo, es la base del arte moderno, la mirada que ofrece el artista ya no está sujeta a lo que desea la masa y a lo que las normas exigen, si no que se revela ante todos los cánones y reclama su autonomía.

En mi opinión, creo que a pesar de la libertad que gozamos ahora los artistas, en todos los niveles, muchos de nosotros estamos anclados en reflejar aquello que la sociedad quiere ver, conducidos por lo que nosotros creemos que nos afecta y creemos que es nuestra realidad. Nos encanta reivindicar un falso individualismo sin ser conscientes de que aquello que tanto creemos que es nuestro forma parte de todo el inventario artístico de las últimas décadas, incluso me atrevo a decir de los últimos siglos. Es obvio que creamos con lo dado y que es muy complicado ser novedoso, pero lo que no comprendo es como en pleno siglo XXI muchos de los actuales artistas pintan abstracciones que perfectamente podrían haberse hecho en los años cinquenta en plena revolución expresionista abstracta americana.
Con el arte hay que ser sincero, y para ser sincero hay que reflexionar, pero sobre todo conocer. El conocimiento mueve a los artistas porque de alguna manera “competimos” por crear lo que aún no se ha creado  y sin ese conocimiento creamos lo que otros han hecho ya sesenta años antes que nosotros. El artista tiene que tener un espacio para si mismo, ya sea real o ficticio, que le permita depurar toda la realidad vivida y hacer de ella una nueva realidad creada por el, una realidad que mostrar para que los demás conozcamos cual es su punto de vista y como nos puede afectar a nosotros.
La función del artista no es ser un mero ilustrador de ideas vacías, pues para eso ya está la realidad, si no un creador que transforma el mundo indagando y yendo más allá de estas.

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